20051014

Prólogo

En este estudio, fruto de la pasión investigadora, don Adrián Aparicio Molina Gómez nos presenta algunos interesantes aspectos de su pueblo, Queniquea Al sincero y entrañable amigo, narrador de estas útiles referencias acerca de la génesis y desarrollo de una población cordillerana, y colega en el honroso oficio de cronista, debo agradecer la honra de haberme designado prologuista de su libro. Como sabernos, el autor de este trabajo de perfil histórico es un hombre entregado en cuerpo y alma a su pueblo en los diferentes modos de manifestación comunitaria. Está profundamente vinculado a su querencia serrana, no sólo por la fuerza natural del afecto al terruño, sino también por la unión anímica y empatía de quien se siente identificado con nobles ideales y con el alma grande y hermosa que posee esta atractiva y singular estancia, de gente sencilla y laboriosa, llamada Queniquea. El cronista de Queniquea. en el Municipio cuyo epónimo es Sucre, el inmaculado, nos cuenta valiosos aspectos históricos acerca de un precioso lugar, .donde la tierra muestra la faz donosa de su paisaje y la exuberancia de su producción agropecuaria, así como el testimonio gráfico de las huellas del hombre aborigen y de las generaciones posteriores creadoras de presencia vital de pueblo y capaces de sobresalir en la construcción de su propio destino. Don Aparicio Molina, con cuyo nombre así abreviado se le conoce en las esferas queniqueas y en todas partes, goza de la gratísima satisfacción personal y familiar de contar con amigos a granel. Se los ha granjeado por esas llamadas virtudes innatas o adquiridas, en todo caso perfeccionadas a través de la práctica diaria de la amistad sincera, que cual invalorable complemento humano, adornan la personalidad y le dan énfasis de auténtica humanidad. Tiene esa especial virtud, casi taumatúrgica, de hacer amigos, que es encontrar tesoros, según las palabras santas. A ello se suma otra cualidad en su haber: es ese mágico instrumento que él practica. conocido como don de gentes, tan huidizo y tan poco visto y menos cultivado en la mayoría de los mortales, Nacido y criado en hogar de sencillez, de responsabilidad y de trabajo pudo aprender y a la vez practicar. desde niño, aquellas inolvidables lecciones de bien y de rectitud que van con él como un vademécum de orientadora compañía. A la medida de ese bondadoso y ejemplar hogar, de asidua oración matutina y nocturnal, don Aparicio Molina fabricó, con la recia voluntad de un morador de fríos y neblinas, los planes de una vida austera y honrada, servicial y cordial, hacedora y humanitaria, para que de allí, a manera de fuente y abrevadero de bien, emanara la riqueza existencial que brinda risueña y amablemente a los suyos y a cuanto prójimo topa en su camino. De este modo humilde y sencillo, Don Aparicio Molina nos regala, en estas letras de historia, algunas pinceladas del remoto y próximo escenario, donde con el transcurrir del tiempo, el ser humano - habitador de páramos, de tierras gélidas con linderos de nieve y de pircas, de pintorescos paisajes, preñados de solaz: de prósperas labranzas donde los sueños se cambian por halagüeñas esperanzas - ha dejado hondas huellas de ilusión y de múltiple que hacer vital, que cesan sólo con la impiedosa parca. Este personaje de la historia de Queniquea, tiene además el privilegio de haber sido testigo, actor y protagonista de algunos de los hechos que él mismo relata, relacionados con las copiosas experiencias que le ha tocado vivir en su amado terruño. Nuestro apreciado cronista ha dado importantes pasos en ese apasionante trabajo de hurgar en las fuentes del pasado, en viejos infolios, en vetustos baúles de los abuelos o en la cháchara amena y sabrosa de gente mayor que se emociona con sus recuerdos. Es así como puede encontrarse el camino para servir de cicerone en el hallazgo progresivo de la verdad histórica en cuanto a lo geográfico y humano, lo antropológico, sociológico y cultural de Queniquea y del Municipio Sucre y así mismo de cualquier lugar. En nada nos extraña que don Aparicio Molina que ha sido justo, equilibrado y comprensivo en el desempeño de jefaturas de su marca, que desvela como servidor a tiempo completo por su comunidad y que ahora cuenta, en su estilo, las peripecias del largo periplo queniqueo, haya sido recompensado por las autoridades municipales de Sucre, al regocijarle todo su ser y toda su alma con el título honorífico de Hijo Ilustre.


Táriba, Febrero de 1997
Lic. Tirso Sánchez Noguera